
En el cuartito de mi padre, ya no queda nada que sacar a relucir, pero encontré en un cajón un tirachinas idéntico a este que muestro en la foto, era de mis hermanos y se me han venido a la cabeza ése montón de juegos que teníamos para distraernos, siempre en la calle, eran juegos muy participativos.
Los niños jugaban con el tirachinas, a la maula (éste era una especie de pincho de hierro o algún material que pesara un poco, un buén palo, podía servir y lo tiraban, de forma que quedara pinchado en la tierra, lo más lejos posible). Curiosamente, no recuerdo que nadie se sacara un ojo o cualquier otro accidente.
El aro que rodaban con un alambre curbado en un extremo para sujetarlo. Jugaban a los indios en los cercados cercanos al pueblo, al balón, las bicis, a la piola (uno se ponía agachado con los codos en las rodillas y el otro saltaba por encima, éste se ponía en la posición del otro y así avanzaban intercambiándose).
Las niñas jugábamos a los cromos (pegando un pellizco para ahuecarlos y que se volvieran con más facilidad).
A la comba (una en cada extremo de la cuerda y las demás saltando dentro, de una en una, de dos en dos, de distintas formas y maneras).
A las dos, tres e, incluso cuatro pelotitas pequeñas, tan pequeñas que todas nos cabían en una mano, las lanzábamos a la pared (o testero, según el lugar) cómo si fuésemos expertas malabaristas, a la que se le caía una pelotita, era remplazada por la siguiente niña. Así participábamos todas.
Jugábamos a las cuatro esquinas (una se quedaba en el centro e íba preguntando, acercándose a una de las cuatro que había en cada esquina ¿tiene usted candela? y mientras élla te contestaba, señalando a una de las otras tres ¡en aquella casa humea!, las otras dos tenían que intercambiar las esquinas y si la que preguntaba era más rápida y ocupaba una de las esquinas, que, por unos segundos, estaba libre, ganaba y vuelta a empezar.
Jugábamos a las princesas, a las casitas, al yo yo, al diabolo, a los recortables. Hacíamos columpios en los olivos cercanos al pueblo, unos con cuerdas y otros......con las manos bastaba para balancearnos, dependía de la forma y tamaño de dichos olivos.
Nos divertíamos muchísimo y no nos aburríamos nunca, merendábamos, jugando, el pan con chocolate (nunca, curiosamente, se terminaba el pan o el chocolate antes, siempre venía justo, último trozito de chocolate, último trozo de pan). Siempre estábamos en la calle, sin cascos, ni rodilleras, ni coderas, ¡ ni falta que nos hacía!.
Un día, se cayó un niño de un olivo y se dislocó un brazo, mi hermano le dió un tirón y como le dolía tanto él pensaba que se lo había roto, se fué a casa a esconderse, sin decir ni pío, al niño se lo llevaron al médico y le dijo que el hueso había estado fuera de su lugar y que "misteriosamente", se le había colado en su sitio, al poco nos enteramos de que el milagro lo "hizo" mi hermano.
Nos divertíamos mucho con todos estos juegos y lo mejor de todo era que, casi todos los realizábamos cantando.
En una segunda entrega os cuento algunos otros, con sus canciones incluidas.
¿Cuales eran vuestros juegos favoritos?