
Haciendo un poco de historia regreso a mis cinco años.
A mi madre le estaban haciendo un abrigo en un pueblo un poco lejano del lugar donde vivíamos y por aquella época no había muchos medios de transporte, en realidad, no había más que burros, caballos, lleguas y algún que otro tractor del Patrimonio Forestal del Estado (lo que hoy es el Medioambiente, más o menos) bueno, pués resulta que, mi madre debía ir a probarse el abrigo y como estaba un poco alejado decidieron ir en el remolque del tractor, el cual servía para todo tipo de cargas y la última había sido de cal, aquellos terrones de cal que cuando se echaban en agua herbían como un volcán.
Mis padres y yo nos montamos, con nuestras sillitas, en el remolque y con el viento, a mi madre le cayó en el ojo una motita de cal, la cual no se le íba con nada, tanto es así que la pobre, cuando llegamos a Repilado (nombre del pueblo) llevaba el ojo hinchado como una pelota de pin_ pon.
Cuando la costurera le vió cómo estaba el ojo sacó un remedio natural de lo más recóndito de su mente, le dijo:_ tome usted un botón de nacar y métaselo en el ojo, el botón arrastrará la motita y se vendrá con él.
Así fué y así pasó. Mi mente infantil recogió aquella imagen monstruosa del botón moviéndose dentro del ojo de mi madre y se le quedó grabada a fuego. Desde aquél momento los botones cobraban vida fuera de su lugar lógico, verlos fuera de lugar, caidos en el suelo, en una taza, en la boca de alguien momentos antes de coserlos, etc, supone para mí...¡un ASCO! que, a día de hoy, pasados más de cincuenta años, no he podido superar.
He conseguido cogerlos y coserlos por necesidad, pero paso un mal rato.
Si voy a una casa y veo un botón en una taza, por favor ¡que no me inviten a un café! (hay gente que los pone en cualquier sitio a la espera de colocarlo, para que no se les pierda).
Este es EL NACIMIENTO DE UNA FOBIA. El resto ya lo sabeis.