IMPRESIONES DE UNA TORTOGA

TODOS VIVIMOS BAJO EL MISMO CIELO, PERO NO TODOS , TENEMOS EL MISMO HORIZONTE

martes, 26 de octubre de 2010

LAS CAMPANAS TOCAN A REBATO



Voy camino de la piscina, con mi mochila a cuestas, como un caracol cansado y moderadamente feliz (por recomiendación de Aberasturi) y de pronto ¡me corre un escalofrío! escucho las campanas (yá, casi nunca se oyen) y tocan a muerto.....¿será.....?.

Intentando dejar para después aparcado el pensamiento, ya preguntaré, ya me enteraré, ahora voy....(egoista)....moderadamente feliz.

Pero el pensamiento no descansa y no dejan de venir recuerdos a mi memoria, vuelan hacia la niñez y la adolescencia.

Las campanas de entonces se escuchaban en todo el pueblo, no había ruidos que amortiguaran su sonido escondiéndolos tras éllos, como ahora.

Las campanas de entonces tenían una misión, hacian una labor social, solidaria, incluso.
Tañían llamando a rebato cuando había fuego, por ejemplo y, como mi memoria vá por los infinitos a velocidad de vértigo, llega a un momento en que estamos en el cine de verano, (aquél cine que tenía las sillas de baraja amontonadas y cada uno cogía la suya y se sentaba donde quería), comiendo pipas y regaliz (que mucho más no había para entretener al estómago).

¡¡Ah, sí!!, los chicles bazoca, aquellos que venían formando tre ruedas y nos las teníamos que meter en la boca una a una, porque las tres juntas mezcladas con la saliva cogían unas dimensiones, que la boca se nos quedaba pequeña. Poco a poco se íba reduciendo y se ponían listas para hacer unas ponpas gigantescas que nos explotaban en la nariz llenándonos toda la cara de chicle.

Pero estábamos en el cine ¿no? y la película era: "Los Diez Mandamientos"y al poco de comenzar, casi se escuchaba, todabía, el rugido del León y Moises no había empezado el Éxodo por el desierto, cuando empiezan las campanas a tocar ¡alarma! ¡hay fuego!.

La benemérita corre de casa en casa, reclutando a los hombres de 18 ó 20 años en adelante y una pareja se vá al cine a buscar a los jóvenes, antes de que se escondan (logicamente, el que podía se escondía), porque se reconocían los sonidos de las campanas. Llamaban a fiesta, a reunión, a misa, a muerto.

Recuerdo que cuando sonaban, durante el día (en cuanto moría alguien, el pueblo debía saberlo) comenzaban a salir las mujeres a la calle preguntando: ¿quién se habrá muerto? ¡yo, alucinaba! (bueno... me sorprendía, porque lo de "alucinar" es nuevo, pero éso lo comentamos en otro momento), porque inmediatamente sabían si era hombre o mujer ¿tanta información daban las campanas en un segundo?, pués sí.

Vuelvo a la realidad, llego a la piscina y pregunto: ¿sabeis quién ha muerto? ¿...? ¡nadie sabe nada (ní siquiera escucharon doblar).

Si hay fuego, el sonido de los sirena de los bomberos nos avisa.
Si alguien está grave, el sonido de la sirena de la ambulancia nos lo comunica, pero no pasa a más, ¡ya nos enteraremos! y en seguida seguimos con lo nuestro ¡que ya con éso tenemos bastante!, que ésto es como la oca "cada uno se jo.. , cuando le toca".

Antes, las campanas implicaban al pueblo, lo informaban y lo llamaban, pero ahora... si, de entre todos los ruidos, aciertas a escucharlas, sabe alguien ¿por quién doblan las campanas?

domingo, 24 de octubre de 2010

BUSCÁNDOTE TRAS EL MAR



Cuando se acaben los recuerdos, emprenderé otros caminos y, me dejaré llevar por los impulsos del corazón.


Siempre habrá algo que decir, algo que contar, algo que preguntar.


Mientras haya alguien, como tú, al otro lado, no hay que temer, todo lo haré por tí.


Pondré en marcha todos los mecanismos posibles, para que no me tiemble el pulso, ní me falle la memoria y, si éso ocurre, no olvides ¡que fué sin querer que te olvidé!.


Hoy, me siento en lo alto del acantatilado mirando al mar y me pierdo como el sol en el Ocaso y más allá... ¡no hay nada!.....El infinito, pero sé que estás ahí, en algún lugar, ¡esperándome!.


Nunca es tarde. Iré a tu encuentro y perderé, a conciencia, el rastro del camino, ¡no quiero volver sobre mis pasos!.


Seguiré siempre adelante, sin detenerme. ¡Sin detenerte!.