IMPRESIONES DE UNA TORTOGA

TODOS VIVIMOS BAJO EL MISMO CIELO, PERO NO TODOS , TENEMOS EL MISMO HORIZONTE

sábado, 26 de junio de 2010

Su nombre: Soledad

Su nombre era Soledad, pero él la llamaba Flor de Loto.

Aquél nombre le venía tan bien, que más que sus padres parecía que se lo había impuesto el Destino. Soledad

En verdad era una niña solitaria, desde que tenía uso de razón se había sentido sola, huérfana, sentía en su interior una extraña sensación de abandono.
Con 17 años no sabía nada, Todo era ignorancia, su camino no conducía a ningún sitio, se cortaba de repente y se quedó al borde de un precipicio profundo, oscuro, frío.
Al mirar a su alrededor no vió a nadie junto a élla y sintió el miedo pegado a su piel, los caminos recorridos eran confusos en sus recuerdos y ya no existían, la realidad era el abismo que se abría ante élla. No veía la luz, no escuchaba una melodía, no sentía el calor humano cerca. Todo a su alrededor giraba con una autonomía rara en la que élla no participaba.

Él..... apareció de repente, nunca supo en qué momento lo conoció, ni a cuento de qué. Estaba allí y éso era lo importante.
Fué un faro en su penumbra, un remanso de paz entre montañas, la melodía más subline que nunca había escuchado, el puente por el que cruzó al otro lado del abismo.
Él le enseñó a leer más allá de las letras, le dió un sentido nuevo a las sílabas. Cuando él le hablaba un sonido desconocido llegaba a sus oidos y entraban en su cabeza, organizándole los entresijos de su cerebro inculto. Se abrió el horizonte de tal forma que se unió al girar del mundo, por primera vez se sentía parte de él y seguía su misma dirección. El mundo cambió para élla y todo era LUZ y COLOR.
Le mandaba poemas y al leerlos flotaba en el aire una fragancia nueva, desconocida. Élla tuvo miedo de que aquello fuera un sueño, no quería dormir, no deseaba despertar. Se sentía inferior, pero cuando paseaban al atardecer y él le enseñaba a mirar las estrellas, se olvidaba de las diferencias, no existía nada. NADA. Sólo él.

Cuando se alejaba de élla vivía otra vida, en otro mundo, distinto, diferente, real y al poco se dió cuenta de que no eran compatibles, pero Soledad, sólo tenía una vida, un mundo, sólo lo tenía a él.
Él era su realidad, su luz.....

Un día llegó y le dió un poema, aquél no era como los demás, aquél dolía, le quemaba en las manos, llevaba una flecha directa al corazón, la hirió de muerte. Él se alejó en silencio y élla lo vió alejarse callada, las lágrimas brotaban de sus ojos como un río de lava candente. Su alma se encogió como una pasa y volvió la oscuridad y el silencio. Miró el poema de nuevo y sintio cómo se hundía cada vez más.


....... me voy

a donde no brillen

sobre mí

tantos luceros........


El destino vovió a llamarla SOLEDAD.

Ya, nadie la llamaba FLOR DE LOTO.

(Ésto ocurrió por allá por los años 60, en un lugar de la serranía de Huelva, de cuyo nombre no quiero olvidarme)

4 comentarios:

  1. ¡Qué bonita, triste y tierna historia! Describes perfectamente él sentimiento de Soledad, en ambos términos. Gracias por compartir.
    Saludos.

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  2. Espero que tú te quedes para que sigan brillando los luceros y las palabras

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  3. ¿De dónde sacas tan bellas historias? un saludo.

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  4. Espero que la niña encuentre a alguien que la sepa apreciar.
    Salu2.

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